domingo, 24 de agosto de 2008

JUSTICIA CLIMÁTICA ¡YA!

Grupos de la sociedad civil de Asia reclaman “Justicia Climática”

Más de 170 activistas reunidos en Bangkok durante el fin de semana criticaron duramente a los gobiernos y las empresas por su fracaso a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Reclamaron “justicia climática” y “un cambio fundamental en el orden mundial actual” para resolver la crisis climática. Entre los participantes de la conferencia se encontraban pescadores y agricultores, pueblos de los bosques e indígenas, mujeres, jóvenes, trabajadores y activistas no gubernamentales de 31 países.

En un documento de la conferencia, los participantes afirmaron que “lo que entendemos por justicia climática es que la carga de la adaptación a la crisis climática debe correr por cuenta de quienes la generaron, y no por quienes han sido los menos responsables de que ocurra.”

La conferencia hizo notar que la voz de los movimientos sociales y los grupos de la sociedad civil de Asia a propósito del cambio climático se hace oír cada vez con mayor fuerza.

Durante los tres días que duró la conferencia, los participantes expresaron reiteradamente su frustración por la forma en que los gobiernos y las empresas, que hasta ahora han llevado la voz cantante en las discusiones sobre el clima, han evitado ocuparse de las causas primarias del cambio climático que amenaza nuestro planeta.

Luego de más de 30 talleres y debates del plenario, los participantes alcanzaron un consenso en cuanto a su oposición al comercio de carbono y a los sistemas de “compensación” como el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y el programa de Reducción de Emisiones por Deforestación en los Países en Desarrollo (REDD), que permiten a los contaminadores pagar para evitar la obligación de reducir sus emisiones.

Los participantes también rechazaron los agrocombustibles industrializados, las mega-represas y la energía nuclear, por considerarlas “falsas soluciones” que “simplemente agravarán la crisis climática y acentuarán la injusticia mundial.”

Los participantes insistieron en que una solución posible es que los gobiernos enfrenten el problema del consumo excesivo, tanto en los países desarrollados como entre las élites de los países más pobres.

Se dijo en la conferencia que, mientras los países industrializados son responsables de alrededor del 90% de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero, el 99% de los riesgos que implica el cambio climático son asumidos por los habitantes de los países en desarrollo.

Los participantes concluyeron que “Lidiar con la crisis climática implica, inevitablemente, realizar un cambio fundamental en el orden mundial actual y una transformación completa de las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales a escala local, nacional y mundial.”

La conferencia fue organizada por Focus on the Global South, un grupo de investigación política y de defensa de los derechos con sede en la Universidad de Chulalongkorn de Bangkok, junto con otros 24 co-organizadores del mundo entero. La mayoría de los participantes provenía de países asiáticos, pero también hubo representantes de América del Norte, Europa, América Latina y África.
Por más información sobre la conferencia sírvase visitar:
www.focusweb.org/climatechange

AGROCOMBUSTIBLES: LAS POLITICAS DEL HAMBRE



El hambre en el mundo genera cada vez más preocupación en quienes aún no la sufren y más sufrimiento entre quienes la padecen, cuyo número aumenta año tras año. Sin embargo, las políticas elaboradas desde los centros globales del poder no solo poco hacen para resolver el problema, sino que en general lo agravan.

Un ejemplo claro de lo anterior es proporcionado por la promoción de los agrocombustibles. Disfrazados bajo un discurso ecológico (la sustitución de combustibles fósiles que generan el cambio climático) y con el rótulo verde de “bio”combustibles, millones de hectáreas de tierras son asignadas a la produ
cción de alimento ... para automóviles.

Los impactos de esa política en el Sur son graves. Por un lado, porque alimentos básicos como el maíz dejan de ser destinados a la alimentación humana y pasan a ser convertidos en etanol. Por otro lado, porque tierras productoras de alimentos son ocupadas por monocultivos de caña de azúcar o soja para la producción de agrocombustibles. En ambos casos, el resultado es una menor oferta de alimentos, con la consiguiente especulación y encarecimiento.

Por supuesto que los agrocombustibles no son los únicos (ni los primeros) responsables de la suba en el precio de los alimentos. Sin embargo, también es cierto que son un factor más que contribuye a agravar una situación ya de por sí grave, en la que el hambre y la desnutrición aumentan en los países del Sur.

El aumento de precio de los alimentos ya ha resultado en revueltas populares –nacidas de la desesperación- en muchas partes del mundo y también ha dado lugar a fuertes movimientos organizados en favor d
e la soberanía alimentaria.

Sin embargo, hay otro proceso vinculado a la alimentación que aún permanece relativamente invisible y que debe ser incorporado a esa lucha: la destrucción de los bosques.

La expansión de los cultivos para agrocombustibles se realiza en dos escenarios: en tierras agrícolas y en tierras boscosas. Mientras en el primero tiene lugar una sustitución de cultivos alimentarios por cultivos para energía, en el segundo se destruyen bosques para producir agrocombustibles en su lugar (aceite de palma, soja, caña de azúcar).

Este segundo caso –la destrucción de bosques- rara vez es percibido como un impacto sobre la seguridad y soberanía alimentarias de los pueblos, por la sencilla razón de que poca gente está informada acerca de la capacidad productora de alimentos de los bosques. Quienes sí lo saben son los millones de seres humanos que allí habitan, que obtienen del bosque la mayoría de sus medios de supervivencia, entre los que en primer lugar se cuenta la comida. Cada área de bosque que desaparece implica entonces sacarle la comida de la boca a esos pueblos, ya sea por su ocupación por agrocombustibles o por cualquier otro tipo de actividad que resulte en la destrucción del bosque (plantaciones de árboles para celulosa, tala comercial, represas hidroeléctricas, granjas camaroneras, etc.). Se empuja así al hambre a comunidades hasta entonces bien alimentadas a partir de los recursos del bosque.

El hambre –ya sea en zonas boscosas, agrícolas o urbanas- no es un fenómeno inevitable, sino que es el resultado de las mismas políticas e intereses económicos que están en la raíz de otras crisis como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la deforestación, la desaparición y contaminación de fuentes de agua, la destrucción de los suelos y muchas otras. A su vez, todas estas crisis agravan el problema de la falta de acceso a los alimentos por parte de los más desposeídos.


Las mal llamadas políticas de “desarrollo” impulsadas desde hace décadas por organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación, la Organización Mundial del Comercio y otras, ya han demostrado hasta el hartazgo ser un total desastre social y ambiental. Lo único que han logrado “desarrollar” son las ganancias de las grandes empresas transnacionales, a expensas del hambre de la gente y la degradación ambiental. El modelo que nos han impuesto se hace pedazos. Es hora de que lo admitan y dejen lugar a las propuestas de los movimientos sociales.