domingo, 30 de noviembre de 2008

AFRICA AYUDA A LIMPIAR EL AIRE DE LA TIERRA

INFORME DE LA FAO

· Sólo un 4% de las emisiones de combustibles fósiles proceden de este continente
· La fotosíntesis de sus bosques absorbe una gran cantidad de CO2

El continente africano captura más dióxido de carbono del que emite a la atmósfera, lo que significa que ayuda a mejorar las consecuencias negativas del cambio climático, según los resultados preliminares de un estudio sobre el ciclo del dióxido de carbono en África.

Ese informe ha sido reali
zado por el organismo de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en colaboración con otras instituciones.

"Las pruebas nos indican por ahora que África es un 'sumidero' de carbono, lo que significa que captura más carbono de la atmósfera del que emite", dijo en una nota de la FAO el coordinador del proyecto CarboAfrica, Riccardo Valentini.
Valentini destacó que "ello implica que África contribuye a reducir los gases de efecto invernadero, por lo que ayuda a mitigar las consecuencias del cambio climático".

Establecido en 2006 gracias a una financiación de 2,8 millones de euros del departamento de investigación de la Comisión Europea (CE), el programa analiza el ciclo del carbono en 11 países subsaharianos, y cuenta con la participación de quince organizaciones de África y Europa.

En espera de las conclusiones definitivas, que se publicarán en 2010, los primeros datos difundidos en la conferencia que desde hoy se celebra en Accra (Ghana) apuntan que el carbono capturado mediante la fotosíntesis en las amplias extensiones forestales y de sabanas es mayor que el lanzado a la atmósfera por la deforestación, los incendios y la degradación forestal. Este continente representa un importante porcentaje de los gases de efecto invernadero que se emiten por la deforestación y los incendios (entre el 17% y el 40%), mientras que de África proviene sólo un 4% del dióxido de carbono procedente de combustibles fósiles.


Para consolidar el equilibrio entre las cantidades de CO2 emitidas y capturadas, la agricultura desempeña una función "crucial".
"Tenemos que llegar hasta los campesinos africanos, enseñarles cómo usar su tierra y sus bosques, de forma que el ciclo del carbono sea nuestro aliado en la batalla contra el cambio climático", señaló también en el comunicado la representante de la Oficina Regional de la FAO en África, Maria Helena Semedo.

LOS PAÍSES RICOS CAEN EN LA FIEBRE AGRÍCOLA

La FAO advierte de que el aumento de las adquisiciones de tierras de cultivo extranjeras es "una forma de neocolonialismo"

Les prometieron puestos de trabajo. Una carretera mejor. Una nueva escuela. Toda la prosperidad anunciada procedería de "una de las mayores plantaciones de jatropa del mundo". Pero el jefe tribal que vendió las 38.000 hectáreas de tierras comunitarias en el norte de Ghana a la compañía noruega Biofuel Africa rubricó el acuerdo con su pulgar porque no sabía leer ni escribir.


Un año más tarde, "el proyecto de Tamale está paralizado porque la compañía se saltó todos los pasos legales, entre ellos un estudio de impacto medioambiental", explica por teléfono el funcionario de la Comisión de propiedad agrícola Bakari Nyari. "Pero miles de hectáreas de bosque ya habían sido arrasadas cuando se descubrió y la población local ha perdido su principal fuente de sustento" critica Nyari "Recuerda a los oscuros tiempos coloniales".

Hay en marcha una competición por las zonas más fértiles de África y Asia
La fuerte subida del precio de los alimentos y las grandes expectativas levantadas por los agrocarburantes han lanzado una competición entre los países ricos por las tierras más fértiles del planeta, sobre todo en África y el sur de Asia.
La compra de tierras no es un fenómeno nuevo, pero se ha acelerado tanto en los últimos meses que el director de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un organismo de la ONU, Jacques Diouf, ha alertado que "puede estarse creando una forma de neocolonialismo", es decir los países pobres estarían produciendo comida para los países ricos a expensas de sus propios ciudadanoshambrientos.

Por un lado, estados con grandes poblaciones, pero escasas tierras arables, como Japón o Corea del Sur, quieren garantizar la seguridad alimentaria de su población. Planean cultivar grano fuera de sus fronteras y después transportarlo hasta su país para asegurar unos preciosrazonables.

El gigante Daewoo ha alquilado campos en Madagascar
Protección ante otra crisis
De esta forma, los estados que tienen que importar prácticamente casi todos sus alimentos como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y otros países de Oriente Medio se protegen ante una nueva crisis alimentaria que dispare el precio de su cesta de la compra. O ante una posible retención temporal de grano en los países exportadores, por la que optó Tailandia en 2007.

Por otro lado, las multinacionales agrícolas han visto una nueva vía de negocio que podría reportarles grandes beneficios y han encontrado nuevos inversores que buscan nichos de mercado a salvo de la actual crisis económica. Por ejemplo, hace dos semanas el gigante de la electrónica surcoreana Daewoo cerró un acuerdo para alquilar por 99 años un millón de hectáreas en Madagascar. Su objetivo es producir cinco millones de toneladas de maíz para 2023. El banco de inversión de EEUU Morgan Stanley compró 40.000 hectáreas en Ucrania. Y la lista sigue creciendo.

Los países que importan alimentos quieren reducir su vulnerabilidad
"Estamos acostumbrados a ver compras de 100.000 hectáreas. Ahora pueden llegar a ser de un tamaño incluso diez veces superior. No hay precedentes", reconoció al diario Financial Times Carl Atkin, consultor de la compañía británica Bidwell Agribusiness.
A diferencia de los terrenos urbanizables, lastrados por la actual crisis inmobiliaria, el bajo precio de las tierras agrícolas se ha disparado en 2008, con el mayor aumento en 15 años, según la Royal Institution of CharteredSurveyors (RICS).
Cedido el 15% de Laos
Laos, uno de los países más pobres del sur de Asia, es uno de los ejemplos más claros. Entre dos y tres millones de hectáreas de tierras arables el 15% del territorio han sido entregadas a compañías extranjeras, a menudo a través de la mediación de gobiernos foráneos. Tailandeses, vietnamitas y malasios controlan las plantaciones de caucho y azúcar del sur. Japoneses e indios tienen plantaciones de eucaliptus para la fabricación de papel en el centro. Y empresas chinas se han instalado en el norte para cultivar arroz.
Como consecuencia, numerosos campesinos de Laos han sido desplazados de sus tierras por las autoridades comunistas a cambio de compensaciones mínimas. Se han quedado de golpe sin dinero para comprar alimentos ni terrenos donde cultivarlos.
"Muchas de las compañías que están invirtiendo en el extranjero se llevan sus propios trabajadores y su tecnología, casi no generan empleo", declara Devinder Sharma, director del Foro de Biotecnología y Seguridad Alimentaria de India. "Se producen cada vez más alimentos, pero se reparten peor. Las políticas de outsourcing agrícola son un crimen", sentencia.

http://www.publico.es/internacional/179022/paises/ricos/caen/fiebre/agricola
>

CAMBIO CLIMÁTICO. ¿PORQUÉ DEBERIA IMPORTARNOS?

La escasez de agua o alimentos y la subida de las facturas eléctricas son algunas de las consecuencias del cambio global para los ciudadanos

El cambio climático se debe a la emisión de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles. Más allá de la teoría, repetida hasta la saciedad por expertos y políticos, el fenómeno conlleva una serie de consecuencias irreversibles en la vida cotidiana, desde la escasez de agua y de alimento hasta otras menos conocidas como el incremento de las facturas de suministro de agua, luz y electricidad, la subida de las primas de seguros, o el aumento de las enfermedades tropicales.


"El calentamiento no se puede curar, debemos aprender a vivir con él"


A pesar de las teorías escépt
icas, alentadas por personajes como el presidente checo Vaclav Klaus, prestigiosos expertos mundiales del clima como Brian Fagan, profesor emérito de la Universidad de California (EEUU), hablan de un "largo verano". En los últimos 420.000 años se han sucedido cuatro eras glaciares, de 100.000 años de duración cada una, con interludios cálidos entre una y otra. Desde hace 15.000 años vivimos el último de estos interludios, en el que ha surgido una novedad: el calentamiento global antropogénico, es decir, producido por la actividad humana.

Algunos de los efectos del fenómeno son ya visibles, pero en general se trata de un problema a largo plazo. Por eso muchos países son reticentes a comprometerse y adoptar medidas para reducir sus emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera. Y es que, aunque éstas se estabilizaran, la temperatura aún tardaría unos cuantos siglos en hacerlo. A Fagan le gusta decir que el calentamiento del planeta "es como una enfermedad crónica: no se puede curar, pero debemos aprender a vivir con ella".


Los efectos sobre los ciudadanos son tanto directos como indirectos
Para Miquel Àngel Rodríguez, investigador del Laboratorio del Clima del Parque Científico de Barcelona, el problema del cambio climático se ha enfocado habitualmente desde el análisis de un efecto sectorial concreto. Por ejemplo, "hay gente que, para ganarse la vida, realiza actividades que dependen de los factores ambientales, como un agricultor, que vive del agua, o un hotelero, cuyo negocio depende del buen tiempo".

Hay, además, un efecto indirecto sobre el ciudadano que ejerce una actividad que, en principio, no parece ligada a factores ambientales. "Si la actividad económica del agricultor deja de ser rentable", prosigue Rodríguez, "dejará de producir, y el ciudadano se encontrará con productos que vienen de fuera, lo cual acabará repercutiendo en su bolsillo".


El cambio climático, en definitiva, puede afectar, ya sea directa o indirectamente, al tipo de vida de cualquier ciudadano. Éstas son algunas de las 10 principales consecuencias del calentamiento.

Las diez razones para tenerlo en cuenta


1. Clima

Huracanes, incendios, sequías, tormentas, olas de calor... La década pasada fue la más cálida de los últimos 1.300 años. En 2003, una ola de calor costó la vida a más de 30.000 personas en Europa. Y la temperatura irá ascendiendo, hasta en seis grados a finales de siglo. Según informes de la ONU, el aumento del nivel del mar, sobre todo cuando se derritan los polos, provocará fuertes trombas de agua, afectando a dos millones y medio de personas al año para el 2080.
Hace unos meses, un estudio publicado en Nature probaba que los ciclones son más feroces ahora que hace 25 años. Cuando el agua se caliente un solo grado más, los huracanes de mayor nivel crecerán un 31%. “El gran cambio en la vida cotidiana de los ciudadanos será que tendrán que integrar las informaciones climáticas de su región y gestionar sus decisiones en función de éstas, a corto y medio plazo”, explica Rodríguez.

2. Consumo

La tendencia climática actual, según cuenta Rodríguez, comportará problemas con el suministro de agua y electricidad. “El ciudadano se verá sometido a riesgos que antes no tenía: no podrá prever cuándo se producirá la próxima sequía u ola de calor que provoque un pico de consumo energético y, por tanto, una caída del sistema eléctrico”, explica.

La producción hidroeléctrica en los países mediterráneos disminuirá, al menos, un 25% en los próximos años, pero nuestra demanda será cada vez mayor. Las compañías tendrán que abonar impuestos por las emisiones provocadas por el petróleo, que será más caro.

Como consecuencia, el ciudadano pagará más por las facturas de suministro de agua, gas y electricidad. Y tendrá que plantearse de forma responsable cómo mejorar el consumo dentro de casa para disminuir la contribución a la emisión de gases de efecto invernadero.

3. Economía

Los costes socioeconómicos ocasionados por las inclemencias meteorológicas y las variaciones del clima se han cuadruplicado en los últimos 40 años, según un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). A los efectos derivados de la pérdida de vidas humanas se sumarán los efectos sobre la economía, sobre todo en los países pobres. A escala global, se calcula que las pérdidas económicas asociadas a desastres naturales han pasado de 131.000 millones de dólares en la década 1970-1980 a 629.000 millones de dólares en los años noventa.

Como consecuencia, se augura una corrección al alza de las primas de seguros o bien que algunos riesgos pasen a considerarse de nuevo como no asegurables, comportando el retiro de la cobertura. En la actualidad, las compañías de seguros sólo pagan un 5% de las pérdidas económicas en Asia y América del Sur y del 10% en África.

4. Alimentos

El investigador del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona Francesc Piferrer publicó este verano un estudio que afirmaba que la temperatura a la que están sometidos los peces durante su desarrollo temprano es lo que determina si será macho o hembra. Carlos Duarte apuesta por la acuicultura cuando llegue el momento en el que no podamos vivir del mar.

Pero la producción de carne también puede peligrar. El biólogo recuerda cuántos litros de agua se necesitan para producir un filete: “¡7.000 litros, una piscina entera!”. Algo totalmente insostenible teniendo en cuenta la escasez de agua.

El vegetarianismo no será una cuestión ideológica, sino una necesidad. Miquel Àngel Rodríguez piensa que en el llamado primer mundo no habrá problemas de abastecimiento de alimentos, porque los traeremos de fuera, aunque a un precio elevado.

5. Especies

Los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) ofrecen cifras desalentadoras: entre el 20% y el 30% de las especies animales y vegetales del planeta se extinguirá irremediablemente si el calentamiento prosigue al ritmo actual. Si están en lo cierto, dentro de 50 años se habrán perdido alrededor de 1,5 millones de especies. Hay cifras aún más pesimistas. El abogado especializado en temas de medio ambiente Sergio Bulat afirma en su libro Planeta frito (Ediciones Urano) que se perderá un 60% de especies en determinadas áreas montañosas para el año 2080.

Hay casos conocidos de especies amenazadas, como el de los pandas o los elefantes, pero también lo están muchos microorganismos que no vemos pero que proporcionan servicios como la limpieza del aire o del agua, un servicio que tendrán que compensarse con trabajo humano y mucho dinero.

6. Agua

“El futuro de la población humana está vinculado la disponibilidad del agua, y cada vez lo estará más”. Lo dice el biólogo galardonado con el Premio Nacional de Investigación Carlos Duarte, que el año pasado participó en la primera expedición española al Ártico. En septiembre pasado se perdió el equivalente al hielo ártico que se ha fundido en los últimos 15 años.

No hace falta ir tan lejos. Una investigación de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología señala que los glaciares de los Pirineos, los únicos activos de todo el país, desaparecerán antes de 2050 debido al aumento progresivo de la temperatura, un total de 0,9 grados desde 1890 hasta ahora. La consecuencia del deshielo de los glaciares de montaña, que son una de las principales reservas de agua dulce, es que más de mil millones de personas padecerán restricciones en todo el mundo; no sólo en África o Asia, sino también en los países mediterráneos.

7. Demografía

Según un estudio del Georgia Institute of Technology y de la Universidad de Hong Kong, existe una conexión entre los cambios en la temperatura y las guerras porque esos cambios afectarán a la disponibilidad del agua, la extensión de los cultivos y la fertilidad de los terrenos. Los más perjudicados serán, como es habitual, los países más subdesarrollados, que no tienen medios para adaptarse a esta nueva realidad.

La situación, sin embargo, afectará también a los desarrollados. “Llegarán refugiados, no sólo económicos y ambientales, sino también por distintos conflictos bélicos”, afirma Miquel Àngel Rodríguez. La presión demográfica será brutal y agravará la brecha entre ricos y pobres. “Otra de las consecuencias”, prosigue el investigador del Laboratori de Recerca del Clima, “es que el mundo será más inestable desde el punto de vista político”.

8. Transporte

El Gobierno español está intentando reducir los mayores focos de emisión de CO2, que se encuentran en el sector energético y en el de los transportes. El primero de ellos ya ha entrado en el mercado de derechos de emisión: cada empresa paga su trozo de tarta en función de lo que consuma.

En el caso del transporte, una de las soluciones es reducir el privado mediante el carsharing (“coche compartido”), un sistema de movilidad basado en una flota de coches compartida por muchos ciudadanos. La consejera de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, María Jesús Ruiz, presentó recientemente cifras reveladoras. “Los vehículos privados cuentan con un ratio de ocupación de 1,2 personas por coche. Si aumentase un 10%”, hasta las 1,32 personas, en una ciudad de 250.000 habitantes, “se reduciría el número de vehículos en 16.250, las emisiones de CO2 en 21 toneladas y el espacio ocupado en 50.000 metros cuadrados”.

9. Turismo

La vida cotidiana de los que se dedican al sector turístico y de ocio puede verse afectada de forma indirecta por el cambio climático. Los expertos reconocen que la mayor parte de la actividad turística en España, por ejemplo, depende de si hace o no buen tiempo en verano. Si el tiempo en Europa se vuelve mucho más benigno por el aumento de las temperaturas, será más complicado que la gente venga a España.

Por otra parte, “si en el futuro hay menor disponibilidad de agua”, explica Miquel Àngel Rodríguez, “el factor que antes se sacrificará será el ocio, y el último, el uso doméstico”. Llegará un momento en el que la escasez de agua será muy elevada, pero la demanda lo será también. Y entonces será el ocio el que se verá alterado: balnearios, lugares públicos con grandes fuentes, parques acuáticos y de ocio... “Este efecto se notará en los precios, que subirán, y en la calidad de vida de las personas”, añade.

10. Infecciones

Trastornos respiratorios y digestivos, alergias, enfermedades tropicales... Expertos como el doctor Rogelio López Vélez, responsable de la Unidad Médica Tropical y Parasitología Clínica del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, alertan de que la salud humana es extremadamente sensible al clima, sobre todo en el caso de enfermedades de las que son portadores los mosquitos: chikungunya, dengue, malaria o cólera, entre las más conocidas.

Miquel Àngel Rodríguez, del Laboratorio del Clima del Parque Científico de Barcelona, advierte de que estas enfermedades exóticas no son debidas al cambio climático en Europa, aunque sí en África. “Las enfermedades tropicales emergentes hoy en día están relacionadas con el tráfico mundial de viajeros y de mercancías. En el futuro, cuando el cambio climático sea mucho más marcado, sí puede ser que proliferen ciertos organismos”, dice.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Ninguna Comunidad Autónoma cumple el Protocolo de Kioto.

El Protocolo de Kioto sólo permite a España aumentar un 15% sus emisiones de gases de efecto invernadero a partir de este año hasta 2012, respecto a 1990. Sin embargo, no sólo el conjunto del país supera con creces esta cifra (un 52,3%) sino que ninguna comunidad autónoma está en el 15% permitido ni por debajo de él. Según el Informe de emisiones de gases de efecto invernadero 2007 por comunidades autónomas, presentado hoy por CCOO, todas las comunidaes aumentaron sus emisiones por encima de lo máximo permitido.

Entre los mayores incrementos destaca La Rioja, con un 128% más en 2007 respecto a 1990, debido a la entrada en funcionamiento de la central de ciclo combinado de Arrúbal (Arrabal), que emite 1,4 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) anuales, lo que supone el 34% de las emisiones de La Rioja.
De hecho, la industria de cada zona determina su nivel de emisiones de CO2. Así, comunidades autónomas productoras de energía, con centrales térmicas de carbón, ciclo combinado, refinerías de petróleo, siderurgias, o con fábricas de cemento, cal o papel son las más contaminantes. Mientras, las consumidoras de energía procedentes de otras regiones no computan como contaminantes. De esta forma, por su tejido industrial, hay comunidades como Castilla y León, con el 9,9% de las emisiones totales, Galicia (8,1%), Asturias (7,5%) y Comunidad Valenciana (7,5%) que tienen mayor peso en la generación de emisiones que Madrid (6,4%), a pesar de que ésta es la segunda comunidad en número de habitantes, después de Andalucía.

En el total de las emisiones de España, el 36% está causado por sólo 120 industrias. La que más contribuye es la central térmica de carbón de As Pontes (8,9 millones de toneladas de CO2), seguida de la térmica asturiana de Hidrocantábrico, Aboño (7,8).

En las regiones con más población, las emisiones difusas (correspondientes al sector del transporte y a la vivienda) tienen mayor peso. Así, Catalunya acapara el 14,6% del total de estas emisiones, lo que se corresponde con el 15,9% de su población en el conjunto de España; Andalucía alcanza el 13,5% de los gases de estos sectores (17,8% de población) y Madrid, el 9,9% de las emisiones (10,8% de habitantes).

Los datos desglosados indican que el cumplimiento del Protocolo de Kioto no es responsabilidad exclusiva del Gobierno, ya que las comunidades tienen competencias en urbanismo, movilidad u opciones energéticas, que son determinantes en la emisión de CO2, explicó el coordinador de Medio Ambiente de CCOO, Fernando Rodrigo.

La producción eléctrica y el cemento

El nivel de desarrollo influye en las emisiones de cada comunidad. Baleares, Canarias, Cantabria, Catalunya, Comunidad Valenciana, Madrid y País Vasco emiten menos que su contribución al PIB, ya que no tienen industrias muy contaminantes.

El sector eléctrico sigue siendo el mayor contribuyente a las emisiones totales. Sólo las 19 centrales térmicas de carbón suponen el 15,7% del total, con 69 millones de toneladas. Las cementeras emitieron el año pasado 27 millones y las refinerías de petróleo 15 millones.

sábado, 8 de noviembre de 2008

CRECER O NO CRECER

¿Es posible crecer ilimitadamente en un mundo con recursos limitados?
Expertos y pensadores plantean la posibilidad de tender al decrecimiento

¿Desaceleración? ¿Recesión? ¿Crisis consolidada? Los titulares de la prensa de los últimos meses han desatado la alarma sobre lo que algunos pensadores, economistas y ecologistas revolucionarios consideran un desastre anunciado. ¿Realmente nos hemos creído que es posible un crecimiento ilimitado en un mundo limitado? Ésta es la pregunta que los impulsores de este movimiento en auge que no nuevo, llamado decrecimiento, lanzan al aire al tiempo que responden con rotundidad: no es posible continuar creciendo a este ritmo porque no hay recursos naturales suficientes.

(Ilustración: Akirant)
Desde el siglo XVIII se ha transformado el 45% del territorio del planeta. Hoy, las ciudades ocupan el 2% de todos los continentes y crecen a un 0,25% anual. En el último siglo, la población se ha cuadruplicado �y continúa creciendo un 1% cada año� y el consumo energético y de agua por persona se ha multiplicado por 20. Científicos y decrecentistas nos alertan: «¡Hemos sobrepasado la capacidad de carga de la Tierra!».

Y es un desastre anunciado porque ya lo habían advertido expertos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en los 70 cuando prepararon un informe para el Club de Roma, y mucho antes Mahatma Gandhi, y mucho antes los mismos economistas clásicos, como John Stuart Mill o Joseph Schumpeter, quienes auguraban que la acumulación indefinida no era posible y que tarde o temprano vendría el estancamiento. Pero la euforia económica de la segunda mitad del siglo XX trajo consigo la amnesia y pronto el mundo se olvidó de sus propios límites.
La teoría del decrecimiento se presenta como una alternativa, una tercera vía hacia un mundo más feliz, que va más allá del desarrollo sostenible (al que considera un oxímoron), pero más que proponer una solución concreta pretende romper con la creencia arraigada equiparable, según sus impulsores, a la fe religiosa de que el crecimiento económico aporta bienestar. El Producto Interior Bruto (PIB), dicen, es un indicador irreal, pues no tiene en cuenta el valor de los recursos naturales, que deberían estar integrados en la economía, ni los valores intangibles que sí repercuten en el flujo económico (como el trabajo doméstico o el deterioro de la vida social debido a un exceso de trabajo), ni la calidad de vida de las personas.

El sistema económico necesita un crecimiento continuado para mantenerse.
La idea es que hoy no somos más ricos porque tengamos más coches, sino más pobres porque tenemos menos selva amazónica. En palabras del antropólogo y economista francés Serge Latouche, uno de los actuales guías de este movimiento, vivimos en «una dictadura del índice de crecimiento» que «fuerza a las sociedades desarrolladas a vivir fuera de toda necesidad razonable». Es decir, la economía actual no puede sobrevivir sin dejar de crecer, de modo que cualquier desaceleración en el crecimiento supone un duro golpe a sus cimientos, y su buena salud pasa por continuar creciendo exponencialmente. La acumulación indefinida de bienes y servicios es, de hecho, el motor del actual modelo económico. Y no es cuestión de capitalismo o socialismo, señalan, ya que todos los modelos conocidos hasta ahora se han basado en el crecimiento.

Latouche recuerda la infelicidad que está provocando el modelo vigente, con un índice cada vez mayor de suicidios, ansiedad, miedo y necesidad de protegerse de los efectos adversos del desarrollo. Precisamente, el sistema de acumulación exponencial que mantenemos hoy es, según él, el que conduce a la enfermedad social llamada consumismo, que genera una avidez ilusoria y nos hace despreciar los objetos que tenemos aún válidos, pero no nuevos para desear los que no tenemos y que el mercado nos ofrece en bandeja. Un sistema que ha llegado a su propia contradicción, ya que el ritmo acelerado de producción de bienes sería casi inversamente proporcional al ritmo de pérdida de recursos naturales. «La rueda gira cada vez más rápido sólo para mantenernos igual, o peor», explica Ernest García, catedrático de Antropología en la Universidad de Valencia.
El decrecimiento invita a adoptar voluntariamente un estilo de vida más sencillo.
Por eso, más que nunca, para los decrecentistas, el objetivo es romper con la actual tendencia y devolver el medio ambiente a la esfera de los intercambios comerciales. Nicholas Georgescu-Roegen, padre del concepto, fue uno de los primeros en detectar las fisuras en el sistema económico y alertó de que éste no se correspondía con las leyes físicas y biológicas. De esas fisuras, dicen sus defensores, surgen problemas como la pobreza. Para ellos, algo está fallando cuando las acciones de una empresa suben al despedir masivamente a sus trabajadores o cuando las guerras aumentan el PIB de algunos países. «La máquina puesta en marcha para crear bienes y productos es la misma que crea sistemáticamente la miseria», dijo el ex diplomático iraní Majid Rahnema. Nuevos indicadores como la huella ecológica se alzan como alternativas más realistas al denostado PIB.

¿Cuál es la solución?
El decrecimiento no se refiere a una desaceleración o un crecimiento negativo del PIB, sino a una ausencia de crecimiento económico en favor de un aumento del bienestar, acompañado de una reducción demográfica. El lema es «vivir mejor con menos»... ¿pero cómo? En este punto es donde se bifurcan los distintos teóricos. Están los que exigen renunciar a toda tecnología, los que auguran el fin de la civilización humana, los que proponen una reducción drástica de la población o los que confían en la sensatez del hombre para hacer una transición gradual hacia una sociedad del bienestar verdadera. «Se trata de mantener cierto nivel de vida. Más lento, más pequeño, mejor», dice Ernest García. En todo caso, la transición hacia el decrecimiento no puede plantearse en términos económicos, recuerda Latouche.

Así pues, no existe un modelo definido, pero sí sugerencias de una sociedad futura basada en la cooperación, la eficiencia y el respeto a la naturaleza, donde la tecnología adecuada, como las energías renovables, nos permitirían mantener muchos de los hábitos de vida a los que estamos acostumbrados. «No es cuestión de volver a las cavernas», añade el catedrático, para alivio de muchos. Pero... ¿qué tienen de malo las cavernas?, se pregunta Latouche.
Negavatio
Una propuesta para calcular la energía ahorrada.

En 1989, Amory Lovins, del Rocky Mountain Institute de Estados Unidos, acuñó el término negavatio para referirse a la unidad de medida para la eficiencia energética, o lo que es lo mismo, de la energía ahorrada. Durante una célebre conferencia en Montreal, Lovins criticó el enorme e inútil gasto que EEUU asumía en suministrar electricidad, cuando se podía hacer de manera mucho más barata y eficiente. Concretamente, el concepto del negavatio consiste en invertir para hacer más eficiente el consumo energético en lugar de hacerlo para generar más energía. Los beneficios serían tanto para la economía como para el medio ambiente.

Lovins especuló acerca de un posible mercado en el que se pudiera negociar con estas unidades.

Podemos ser cuatro veces más eficientes.

En 1972, un informe elaborado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) por encargo del Club de Roma dejó atónito al mundo al plantear que el crecimiento ilimitado no era posible en un mundo limitado. Casi 15 años después, el Club de Roma encargó un nuevo informe, esta vez escrito por A. Lovins, autor del negavatio, y E.U. von Weizsäker, del Instituto Wuppertal de Alemania. El informe afirmaba que con la tecnología disponible era posible multiplicar por cuatro la eficiencia e incluso aumentar el bienestar reduciendo a la mitad el consumo de los recursos y conservando el resto. Pero la eficiencia tiene un temido efecto rebote conocido como la paradoja de Jevons que hace que el consumo de un recurso aumente cuando se incrementa su eficiencia.

Todo lo que no tiene en cuenta la economía.

Fue en 1968 cuando pensadores como Ivan Illich utilizaron por primera vez este concepto enmarcado en una crítica al economicismo. El disvalor se refiere a las pérdidas que no se pueden calcular en términos económicos. El filósofo alemán, conocido iconoclasta, puso como ejemplo la imposibilidad de estimar desde la economía la pérdida que le supone a un individuo la ausencia de pies en un mundo dominado por el automóvil: «El economista no tiene ningún medio de valorar qué le pasa a una persona que pierde el uso efectivo de sus pies porque el automóvil ejerce un monopolio radical sobre la locomoción». En la misma línea, otros autores critican la incapacidad de la economía para calcular el valor de los factores que aumentan el bienestar, como el tiempo libre.

Un cambio de vida hacia la simplicidad.

Adoptar la simplicidad como modo de vida es el lema de varios de los movimientos que surgen paralelos al decrecimiento. Uno de ellos es el downshifting (rebajar nuestro ritmo de vida), muy similar (y de hecho se han unido) al movimiento Slow (apología de lo pausado). El estilo de vida slow o downshifted supone trabajar menos y dedicar más tiempo al bienestar: a estar con amigos y familia, a comer despacio, a pasear y deleitarse. Las posibilidades de lograr un downshift son más altas en las ciudades pequeñas (según el movimiento Slow, con poblaciones de no más de 60.000 habitantes). Se trata de cambiar el esquema de valores y el orden de prioridades en una sociedad en la que se dedica hasta diez veces más horas al trabajo que a los hijos.

Lo que nos dice la teoría de la termodinámica.
El economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen fue el padre de la economía ecológica o bioeconomía, por lo que es tenido también como maestro por los teóricos del decrecimiento. Georgescu se replanteó la validez de la economía neoclásica –la vigente– al estar ésta desvinculada de la realidad física y biológica. La gran novedad de este teórico revolucionario fue incorporar a la economía las leyes de la termodinámica. Concretamente, Georgescu se basó en la entropía (segundo principio de la termodinámica) para hablar de la inevitable escasez económica: toda producción supone una reducción de la energía. El crecimiento era, pues, perjudicial y paradójico, por estar destinado a terminar con los recursos, necesarios precisamente, para crecer.

En busca del indicador más fiel a la realidad.

El fracaso del PIB como indicador del nivel de vida de una sociedad ha llevado a varios economistas a pensar en un nuevo medidor que incluya otros muchos parámetros, incluidos los del medio ambiente. Uno de los nuevos indicadores es la HANPP (Apropiación Humana de la Producción Primaria Neta de Biomasa), que mide la pérdida de biodiversidad. Pero éste no mide tampoco todos los aspectos que afectan a la realidad, por lo que se barajó la idea de crear un PIB verde o Índice de Bienestar Económico Sostenible (ISEW) o el Índice de Progreso Genuino (GPI). Quizás el medidor más extendido sea la huella ecológica, que calcula las hectáreas que cada persona necesita para satisfacer su vida, incluso para absorber el CO2 emitido.

El Gobierno brasileño anuncia que hay 629 especies en peligro crítico de extinción

El número de variedades amenazadas se ha triplicado en los últimos 15 años

El arara juba ('Guaruba guarouba'), considerado el ave nacional, es una de las más de 600 especies que corren serio peligro de desaparecer. (Foto: AFP)


Es una referencia para la conservación de especies porque es el país con mayor cantidad del mundo. Con una superficie de ocho millones de kilómetros cuadrados (16 veces España) alberga el 10% de los mamíferos y el 13% de los anfibios.

Un informe oficial ha reconocido la magnitud del riesgo que se corre. Al menos 627 especies están en vías de desaparición inminente, según reconoce el Libro Rojo de la fauna brasileña amenazada de desaparición y que fue presentado en Brasilia por el ministro de Medio Ambiente, Carlos Minc.

Según declaraciones que recoge la agencia AFP, el político reconoció que "el número de especies en riesgo se ha triplicado en 15 años", una cifra que utilizó para llamar la atención sobre la tendencia regresiva que sufre la conservación de la biodiversidad en el gigante suramericano.

Según Minc, las causas principales que ponen en peligro la fauna brasileña son la deforestación, los incendios, la
transformación de los bosques nativos en cultura de soja o en pastos, la invasión de las zonas protegidas de los parques por actividades humanas, el tráfico de animales salvajes, el uso de químicos que afectan a toda la cadena alimentaria y la pesca excesiva.

Las especies amenazadas son 69 m
amíferos, 160 aves, 20 reptiles, 16 anfibios, 154 peces y 208 invertebrados. La anterior lista databa de 1989 y tenía 218 especies.
Significativamente, el 60 % de las especies amenazadas son propias de la Mata Atlántica, el ecosistema boscoso, húmedo y de temperaturas suaves que ocupaba gran parte de la costa brasileña y del que apenas queda nada, pues las cercanías del mar han sido las áreas más ocupadas por el hombre durante siglos.

En la cuenca amazónica se ha listado un total de 57 especies como en máximo peligro. Esta vez también se ha incluido como al borde la extinción al manatí ('Trichechus inunguis') el mamífero de agua dulce que está en franca regresión y cuya ausencia está generando graves desequilibrios en los ecosistemas fluviales pues era el herbívoro que regulaba la presencia de materia vegetal en el agua.

En muchos lugares de la cuenca, la vegetación acuática está cubriendo lagos y zonas de poca corriente, oscureciendo el agua y acabando con la vida de debajo debido a la ausencia del mamífero acuático.

Descenso en las poblaciones de lemmings en Noruega

El cambio climático amenaza más la existencia de los lemmings que su presunta tendencia al suicidio. Ésta es la conclusión a la que han llegado científicos noruegos en un artículo que se acaba de publicar en la revista Nature.

La cantidad de estos pequeños roedores en la región sur del país ha sufrido un fuerte descenso, debido a que en el invierno con frecuencia desaparece o se modifica la capa de nieve allí. Esta evolución amenaza a la población de lemmings en la zona, indicó el equipo encabezado por los biólogos Nils Stenseth y Kyrre Kausrud de la Universidad de Oslo.

El cambio principal y más visible fue, según los expertos, la ausencia de la explosión poblacional de lemmings, que en pasado oc
urría regularmente cada entre tres y cinco años. Sin embargo, según este nuevo estudio, el último gran aumento se población se produjo en 1994.

Los científicos sospechan que las poblaciones de estos roedores han dejado de crecer debido al aumento de las temperaturas provocado por el cambio climático. Al parecer, el calentamiento impide que se formen unas cavidades entre la capa de nieve y el suelo que los lemmings necesitan para encontrar las plantas de las que se alimentan, así como para protegerse de sus depredadores. Como hace más calor, la nieve se queda húmeda en primavera y estos agujeros no se forman.

Las observaciones de los investigadores sugieren, por lo tanto, que el aumento de las temperaturas ha privado a los lemmings no sólo de uno de los accesos más importantes que usan para comer, sino del escondite crucial que usan para protegerse de los zorros y otras especies que les atacan siempre que pueden.
"El número de lemmings está cayendo y los picos de su población están desapareciendo", asegura Nils Stenseth, de la Universidad de Oslo, que ha dirigido el estudio.

Las migraciones masivas que se producían para la búsqueda de alimento, durante las cuales grandes grupos de lemmings se arrojaban al agua para nadar, condujeron al surgimiento del mito de los presuntos "suicidios masivos".
Sin embargo, en realidad, tras un fuerte incremento de la población aparecían el hambre y la agresividad en la competencia por el escaso alimento. Ambos causaban una importante reducción de la población.

Ahora, el cambio climático se ha convertido en una amenaza para su futuro, pero de momento, no hasta el punto de convertir a los lemmings en una especie amenazada. "Afortundamente, todavía estamos lejos de se encuentren en riesgo de extinción", señala Stenseth
.
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/11/06/ciencia/1225967476.html