lunes, 18 de febrero de 2008

¿UNA RECETA MÁGICA PARA LIMPIAR EL CARBÓN?

David Hammerstein, eurodiputado de Los Verdes

Hablar de “carbón limpio” expresa una evidente contradicción práctica. Hablar de “captura y secuestro de CO2” nos suena a una siniestra operación mafiosa. Hablar sobre el “almacenar la contaminación” sugiere un enorme vertedero donde se acumulan los gases sucios. En realidad estas ideas son la parte retórica de un gran dispositivo político-científico puesto en marcha y financiado con dinero público. Estas nuevas metáforas tecnológicas en realidad sirven para ocultar algo tan tangible y dañino para la salud del planeta como es la continuidad de las grandes plantas térmicas que queman carbón. Se trata de peligrosos optimismos que intentan lavar la imagen maltrecha de una actividad industrial enormemente culpable de la destrucción del clima terrestre.

Dicen algunos tecno-optimistas, y que por cierto, suelen estar a sueldo de las empresas de combustibles fósiles, que por fin han encontrado la receta mágica para la eterna juventud del modelo vigente de grandes centrales térmicas de carbón. Están por la continuidad, sea como sea, de la producción de energía muy centralizada y socialmente concentrada en pocas manos.

El Gobierno Español en plena campaña electoral ha anunciado diez lugares para el almacenamiento subterráneo de CO2 procedente de centrales térmicas con una subvención pública de 70 millones de euros, y ha decidido dedicar 100 millones de euros más para impulsar iniciativas experimentales que busquen atrapar los malos humos de las térmicas. Con estas inversiones a costa de la ciudadanía contribuyente se pretende mantener con actividad las cuencas mineras y con ello seguir quemando carbón a toda pastilla. Sin remordimientos ambientalistas de ningún tipo se nos dibuja el mejor de los mundos posibles: primero ensuciamos y luego limpiamos, y así todos contentos. Pero si es tan buena esta idea ¿ porqué no se financia con los beneficios históricos del carbón y petróleo, o de capital privado de riesgo?.



La operación de blanquear el contaminante carbón no está ni mucho menos clara. La llamada tecnología de captura y almacenamiento de CO2 sigue siendo una promesa, una aspiración de futuro, no una realidad factible. Según los cálculos más optimistas (Organización Internacional de la Energía) no puede ser viable hasta después del 2020 o incluso el 2030, y hoy día no es comercialmente viable en ningún lugar del mundo , e incluso siguen habiendo fundadas dudas científicas sobre su realismo y grado de eficacia en su promesa de reducir la emisiones entre el 10 y el 40%. El proceso de separar y capturar el CO2 de las chimeneas no es un nada proceso fácil, ni barato, ni energéticamente neutro, exige el consumo de una enorme cantidad de energía sucia para separar y comprimir los gases contaminantes y para después transportarlo a su destinos subterráneos. También hay una creciente inquietud científica sobre el relleno del subsuelo con gases contaminantes ya que pueden darse fugas, especialmente en terrenos inestables. Esta misma semana la empresa EON y el Gobierno Británico han cuestionado la viabilidad actual de esta tecnología al rechazar grandes inversiones en la captura de CO2.

Dicho lo anterior, debo declarar que no estoy en contra de investigar esta tecnología, siempre y cuando se haga de forma comedida y con precaución pero sin alterar la prioridad de dirigir los recursos públicos a las energías renovables y a la eficiencia energética. Por desgracia, en ciertas partes del mundo como en China, se seguirá quemando cantidades gigantescas de carbón, y quizás podrían servir como posibles medidas de mitigación de los daños ambientales. Pero mejor será el adoptar la sabia racionalidad de la vieja idea de “más vale prevenir que curar” junto a la idea de "atender a las causas" que continuar con el chip puesto en falsas y costosas soluciones “al final de la tubería”.

No existen unas panaceas técnicas para luchar contra el cambio climático, solo unos cambios profundos en como vivimos, producimos y consumimos pueden dar la vuelta a este mal civilizatorio y sus terribles augurios. Pero contrariamente, el optimismo entorno a la tecnología de “captura de CO2” alimenta creencias fatales para el futuro del planeta y la vida humana. Por un lado refuerza la idea de que hay una fácil reversibilidad de los desastres ecológicos que creamos, es decir que podemos devolver el genio maligno a la botella una vez que haya salido, y por otro lado prolonga la agonía de la acabada era del carbón al tiempo que obstaculiza la emergencia de la incipiente y prometedora revolución solar.